Nueva Poesía Chilena

viernes, octubre 14, 2005

Sitio

El río estrellado
se confunde en el silencio.
Entre dos cantos del río,
la luna se enciende
de blanca enamorada.

Se mueven los árboles
y renacen las piedras,
pulcras y plateadas,
quietas bailarinas
de pistas olvidadas.

Los cantantes jubilados
de presentaciones en teatros,
se hacen aquí presentes
para deleitarnos con su acto.

Descienden sobre mí
las tempestades de tus manos,
con tus muy certeros golpes
en mis piernas y mis brazos.

Descontento con el beso
de la arena con mis labios,
se sumergen mi inocencia
y timidez desmoronados.

Dibujo con los huesos
de un soldado caído,
vencido quizás donde,
como alma en el infierno.

De su seca sangre
están manchados los trigos,
y, de su cuerpo dormido,
brota el sueño profundo
de hacer arder el mundo.

El gélido viento
rompió mis planes contigo,
de seguir, a ti,
unido.

El frío fue el verdugo inesperado
de un abrazo emocionado.