Nueva Poesía Chilena

viernes, octubre 21, 2005

Anterostro (Amo do depre facio)

I

Me interrogué nuevamente:
“¿Qué quieres hacer con esto?
En lo de querer o no querer
¿No te molestaré?

Si es por eso de lo oscuro,
tan opaco como el rostro de los dioses.
Si es sólo por eso,
no existe lo que puede ser.

No existes tú,
me lo dices como
quien no desea lo que anhela”

Pude ver en tales vagas palabras
que lo que querías
era tan cercano a lo que yo quería
que resultaba presuroso
rechazar esa propuesta...
y lo presuroso no condujo a lo que quería.

Mas, lo que ahora quiero, es tan sencillo
como amar y no amar,
el conflicto claro de lo que quiero lograr...

Pues el cielo está más cerca
de lo que uno cree...

Si es que uno cree.

II

Mi equipaje son mis manos
Mi máscara mi poesía.
No soy amante de nadie,
sólo esposo entre las rimas,
entre los versos en sus finales alegres.

Aislado eternamente
de las desgracias impertinentes:
de los llantos descomunales,
de las heridas monumentales.

Las cosas no necesitan necesariamente de montañas.
Me valgo de un mar de pequeños gestos,
sólo del oro de lo pequeño.

Y por eso creo.
Creo. Creo. Creo.

Creo mucho en conocer, en ver.
Y mi fe se desanima con el tiempo...

El tiempo, cínicamente de nuestra parte,
cínicamente de mi parte,
afeará lo hermoso
y ningún alma perdurará.

III

Mientras todas estas locuras son acogidas por mis ojos,
el cuerpo queda muerto y la mente reacciona,
creando el universo, donde cada letra y cada palabra,
toma vida propia,
asombrándome en el asalto bullicioso de mi eterno silencio.

Silencio de compañías:
Soy el amor encarnado.
¡Soy el amor encarnado!

¡Atención catorce cielos!
¡Atención once lumbreras!
¡Atención cuatro Marías!
¡Atención siete funerales!
¡Atención veintiocho mudos!
¡Atención veinticinco horas!
¡Atención cuarenta y cuatro cuatros!

¡Atención! ¡Atención!

Renazco como lo que todos quieren.
Como lo que todas quieren...

¡Que me quiera una en el infinito
mientras yo las amo a todas!

IV

En lo alto de lo alto,
cual oráculo del valle,
se reparan vaticinios:
De los cronistas.
De mis historias.
De las leyendas.
De mis mitos.
De los cuentos.
De mis novelas.
De las mentiras.
De mis verdades.
De las ilusiones.
De mis realidades.
De los discursos.
De mis intenciones.

Auguraron mi semana perfecta.
Esta semana perfecta.
De trescientos sesenta y cinco parientes,
con uno pródigo que llega de repente.

Semana perfecta, de dolor,
que ataca directo al corazón.

Mi corazón, lleno de orgullo,
no me ayudó a apreciar lo despreciable que soy.
Así, a pesar del dolor, me desangré feliz.

Como las gracias mutuas brotan de mutuas alegrías,
mutuas desgracias surgen de mí.

Esta semana que engendra este mes.
Este mes perfecto.
Aún más que su progenitora.

V

Compadecida,
hasta el fondo de sus cuatro letras,
la vida me susurró:
“Anda por lo que quieres,
pero si lo herido no es querido,
solamente sigue renunciando”.

Le respondí mientras te miraba.
Respondí, a lo que escribió en voces pequeñas,
con mis sentimientos,
con mis sufrimientos
y mis anhelos de venganza:
“Lamentablemente he de irme
con la esperanza de que mañana
será algo llamado día,
como los otros que así se han proclamado
cuando estoy con tu presencia.

¡Échame de más,
porque en un rato me verás
y nunca jamás sonreirás!”

VI

Me pierdo para dormir,
con las ganas de tener un sueño
que sea agradable al alma.

Pero creo que es mejor
estar despierto ahora
que nadar en un azar.

De golpe, la respuesta.
Mi respuesta a mi vida:
“Si soy capaz de tomar lo que hago y lo que vivo,
transformarlo en algo nuevo
y así poder vivirlo en cada instante
y en cada momento, casi como en un sueño.
Si sólo consigo hacer eso...

Si sólo consigo hacer eso...”